Desde hace algunos años, en mi consulta puedo ver claramente, una tendencia al alza con respecto al tamaño de implantes que demandan las pacientes.

Volúmenes que eran casi impensables hace 10-15 años, empiezan a ser una realidad cotidiana en la actualidad.

Y aún en los casos, en que ponemos implantes grandes en pacientes cada vez más menudas, estrechas y con porcentajes de grasa corporal mínimos; al cabo de unos meses, si estas pacientes son preguntadas siempre dirán que se habrían puesto más volumen de haber sido posible.

La explicación está, en mi opinión en una moda mal entendida, en la que en muchos casos se pierde la naturalidad y la proporción corporal en pro de tener más y más volumen, porque se piensa que así está una más guapa o más sexy.

En esta visión de la estética influyen por supuesto los modelos actuales, que parecen proclamar que el éxito en la vida es directamente proporcional al volumen del pecho. Y, en consecuencia, también vemos una tendencia al alza de algunas complicaciones directamente relacionadas con el volumen excesivo en las prótesis de mama. Porque, dejando al margen, que la belleza en la cirugía estética está en respetar el equilibrio y la armonía de las líneas corporales, lo que está claro es que los implantes deben ser colocados en un espacio torácico que también tiene sus reglas.

¿Qué pasa si colocamos un contenido demasiado grande en un continente pequeño, estrecho o poco distensible?

Pues además de que el contenido, en este caso el implante, quedará forzado y demasiado comprimido, lo que le restará siempre naturalidad, también es más posible que se doble. Esto supondrá la aparición de rippling y el rippling puede conllevar un aumento de desgaste en las zonas plegadas y facilitar la rotura de la prótesis.

Además, una piel demasiado estirada supondrá mayor dolor postoperatorio, la aparición de estrías y muchas veces la dehiscencia de la herida quirúrgica por tensión.

Una cicatriz cerrada a tensión además de ensancharse con más facilidad también puede pigmentarse o hipertrofiarse. Por lo tanto, a mayor volumen peor cicatrización.

Las prótesis muy grandes serán generalmente más pesadas, fomentando el descolgamiento de la piel, la caída del pecho y las molestias en los hombros y la espalda. Y por supuesto, a mayor distensión por un gran volumen del implante habrá más posibilidad de que este se note bajo la piel (incluso estando colocado en el plano submuscular), o levante la piel del escote, provocando una sinmastia.

Colocar un implante muy grande obligará, o bien a hacer cicatrices mayores, o a deformar demasiado el gel de silicona por la presión ejercida al introducirlo en el pecho, y esto también puede derivar en una rotura más precoz del mismo.

Si esta situación de querer cada vez volúmenes mayores va a peor, llegará un momento en que los implantes no puedan ser colocados en una sola operación sin asumir muchos riesgos, y haya que pensar en expandir antes esa piel, de la misma manera que se hace en una reconstrucción de mama.

Espero que no lleguemos a esto y que podamos seguir aconsejando a nuestras pacientes sobre el tamaño adecuado de sus implantes en función de su estructura corporal, la elasticidad de la piel o el desarrollo mamario previo, así como de su edad y antecedentes de gestación o lactancia.

Los grandes volúmenes suelen llevar asociados grandes problemas.

 

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